El centro de este poderoso imperio era Tenotchtitlán. Una imponente ciudad que se encontraba construida sobre el lago Texcoco. De ella dijeron los primeros españoles en conocerla:
Templo del Dios Guerrero formidable,
Su antiguo origen, Fundación, y aumento:
De sus Reyes la serie respetable,
Hasta el Gran Moctezuma, lo opulento
(…)
¡Qué provincias, qué Reinos, qué Grandeza,
Producen ricas sus Fecundidades!
Nada le regateó Naturaleza;
Blanco la vio de sus prolijidades:
Higa del Orbe, Erario de riqueza
Ciudad sin semejante a otras ciudades
Necesitando para su fortuna
A México ellas, México ninguna.
(…)
No se jacte Venecia decantada,
Que a Neptuno su histriada Cuna debe
Que México Imperial, más celebrada
En mejor Golfo de cristal se mueve
(…)
Desmedidos sus grandes Edificios
Con Cornisas, y Estelas emplomados
Son gigantes del aire, en cuyos quicios
Suben hasta su esfera coronados:
Graves columnas son, por los indicios
De relieves, tarjones, y cortados,
Padrones de Alabastro, que autorizan
Cuanto la fama, y tiempo se eternizan.
(…)”
“A varias Plazas da el cordón tirante
Capaz ensanche, si su línea quiebra;
Pero entre todas luce la abundante
Que el mundo en Tlatelolco más celebra:
Del Mercado mayor jacta arrogante,
No hay Pluma, Molde, Fruta, Pesca o hebra
Que es el Oro lo menos que se atiende
(…)”
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